martes, 31 de mayo de 2011

Capitulo II

Mucha gente normal disfrutaría de sus días libres, pero no era mi caso. Estaba acostumbrada a llevar una vida activa y ahora, estando todos ocupados solo me quedaban dos opciones: o pasar el rato sola, o pasar el rato con Dan. No lo pensé dos veces.
Encerrada en mi cuarto me puse a acomodar mi cambiador. Tenía miles de prendas usadas, otras miles sin usar y otro tanto con un solo uso. No era alarde, estaba lejos de ser millonaria, pero con los siglos uno siempre acumula cierta cantidad de ropa; y no me destacaba precisamente por ser caritativa y donar. Mi ropa era mía, y aparte una chica bien sabe que la moda en algún punto siempre vuelve, lo que regalase hoy podría usarlo mañana.
Eres un asco de egoísta. Me dije a mi misma. El día que tenga tiempo empaquetaré todo lo que no use y lo donaré. Pero hoy no es ese día.
Me abstraje tanto tiempo contemplando mi ropa que no noté que en el piso inferior la junta había terminado y estaban todos reunidos en el comedor para el discurso de bienvenida.
— Savannah, Bernabé me ha pedido que venga por ti. Dijo que estaba a punto de dar comienzo a la ceremonia y no podrías perderte el juramento de tus elegidos.
— Esta bien Albi, enseguida bajo.
Albana era una de mis mejores amigas dentro de la institución. Aunque en realidad, por mucho que la quisiera siempre prefería estar sola, pero cuando la necesitaba ella estaba ahí, al pie del cañón. Bernabé sabía esto, por ese motivo, siempre que la cosa estaba tensa conmigo, la mandaba a ella como mensajera. Sabía que Albana sería uno de mis últimos blancos en un ataque de furia.
Cuando ella cerró la puerta de mi dormitorio tras de sí, me eché un vistazo en el espejo. Tenía grandes ojeras moradas debajo de mis ojos, producto del hambre y la irritación que me producían estos encuentros. Así que busqué mi corrector, y apliqué un poco en cada bolsa y lo desparramé suavemente con los dedos. Eso ayudaría bastante a disimular el color violáceo, pero no lo cubría del todo.
Tendré que buscar algún novio bioquimico que se dedique a los cosméticos para que me haga un corrector del color de mi piel. No hay en este mundo uno que no este un tono mas oscuro que mi color de tez.
Ya hasta el pobre pomo de maquillaje había empezado a resultarme odiosamente inquietante, así que resignada bajé las escaleras justo para ver como Bernabé coronaba a aquel insípido elegido por Blas.

“Has de jurar ante la Orden, los hermanos que la componen y el Libro Sagrado de las Reglas Neófitas, que protegerás con tu vida…”

Siempre el mismo discurso, una y otra vez. Los juramentos hablaban de proteger al prójimo, de andar a la par, pero por sobretodo, de no develar la identidad del organismo para el cual todos trabajábamos. No era una cuestión de seguridad social. No era para protegernos a nosotros del resto. Era para evitar que el secreto fuese develado. Que la Orden quedase expuesta, y las ideas de triunfo, forjadas durante siglos, fueran robadas y realizadas por alguien más.
— Quien te viese tan escabullidamente parada aquí pensaría que estas intentando abolir el protocolo.
Por supuesto, el tan cansino Dan, nunca se aburría de intentarlo. Podía evitarlo, despreciarlo, golpearlo una y otra vez en los testículos, pero él siempre vendría por el “si”. Es un dato curioso teniendo en cuenta que fue él quien rompió mi ya muerto corazón. Si bien yo había terminado la relación el día que comprobé con mis propias pupilas que no me estaba siendo infiel con una, sino con dos mujeres a la vez — y cuando digo a la vez me refiero al mismo tiempo— ; el nunca se cansaba de decirme que había aprendido de sus errores y sabía la clase de mujer que se estaba perdiendo.
— Ya Dan, no quieres que te mande a freír batatas, así que aléjate.
— Estoy deambulando en un espacio libre — dijo con extrema seguridad de sí mismo.
— ¿Ah si? Bueno deambula en un espacio libre lejos de mi vista.
— Que sensible estás hoy Sav
— Y la verdad que todos los problemas que tuve hoy fueron por tu culpa, así que lo menos que podrías hacer es dejarme en paz.
— ¿Problemas? ¿Cuáles problemas? Me arrastraste fuera del salón, pero no puse resistencia alguna, después de eso no te vi la cara durante tres horas hasta recién.
— Tuve que salir de la junta y aburrirme como zanguango por tu culpa. Solo pude elegir a dos humanos, así que probablemente recibiré un discurso de reproche proveniente de Bernabé.
— Ya, si crees que Bernabé va a azotarte deberías empezar a correr en este momento. El viejo debe llevar siglos sin azotar a nadie, y sabes a lo que me refiero.
— Maldito imbecil, si no te alejas, lo haré yo.
               Me abrí paso entre la multitud de la sala solo para acaba para en medio del estrado. Expuesta a la vista de todos, mi jefe me localizó e hizo un gesto con la mano haciéndome saber que debía acercarme a él. Sentía como se enfriaba el pecho. Bernabé iba a dejarme en ridículo enfrente de todo el mundo.
               — Savannah, querida, no podía encontrarte en medio de todo este gentío ¿estás disfrutando de la celebración?
               — Si señor, es como todos los años un acto muy interesante — Mentí
               — He oído que solo dos de los veinte elegidos fueron apartados a tu merced.
               — Es verdad. Surgió un inconveniente y Blas me ordenó solucionarlo.
               — ¿Te mantuviste fuera de la elección por voluntad ajena?
Empecé a dudar. Estaba acostumbrada a salvarle el pellejo a la gente, no a ponérselo en juego. Pero ya había cometido el primer error. Los nervios de la situación me jugaron una mala pasada haciendo que escupiera palabras que inculpaban a Blas.
               — No, solo, que decidí hacerme cargo de la situación ya que Blass se veía muy concentrado.
               — No fue lo que dijiste recién Savannah. Blas ¿Diste órdenes a Savannah para resolver ciertos inconvenientes que la dejarían fuera de la reunión?
               — Si, tuvo que sacar a uno de los miembros selectivos. Estaba generando contradicciones.
               — Puedes retirarte Savannah. Que disfrutes la velada querida.
— Gracias, con permiso.
Mire a Blas con aires de disculpas, pero este no me estaba mirando. Estaba sumido en sus pensamientos, seguramente maldiciéndome. Había un noventa y siete por ciento de probabilidades de que Bernabé le escenificara un concierto de Zapateo Americano en el culo.
Me alejé del sector lo más rápido que pude sin hacer uso de mis habilidades vampíricas. Hubiese querido salir de la cede, despejarme de este día tan poco inspirador, pero pronto se produciría el proceso de conversión; justo después de que cada humano aprendiese las reglas, sería convertido por su selector.
Gracias al destino este año solo serían dos: la rubiecita fornida y otra chica morena, ligeramente más alta y atractiva que la primera.
Solo había conseguido dos capacidades, pero ninguna menos importante que la otra: la estrategia de la primera elegida, y el impulso salvaje de la otra. Una vez adentradas en el arte de la batalla, serían dos buenos ejemplos a seguir. Agregaría dos logros a mi colección.

lunes, 30 de mayo de 2011

Capitulo I Entero

 Lo habían catalogado como el día de las inscripciones. Pero estaba lejos de ser una convocatoria.
Obviamente nadie que estuviese fuera del círculo sobrenatural podía estar al tanto de la existencia de tal.
               Si se preguntan cómo hacíamos para que los humanos presenciaran ese momento sin dejarnos en evidencia… la respuesta era simple: Secuestro. Los traían de todas partes del mundo, siempre preseleccionándolos. Aquellos que parecían bien predispuestos para lo paranormal eran sustraídos de su hábitat y encerrados en un cuarto donde recibían capacitación visual, que les anticipaba lo que estaban a punto de vivir. Los reacios a esta instancia de instrucción eran eliminados. —No hace falta que menciono como— Los que parecían sorprendidos, seguían en entrenamiento neuronal, e iban avanzando en niveles de información, en donde luego se volvía a hacer otra limpieza con los que aparentaban no estar de acuerdo.  Para el “Día de las Inscripciones” solo quedaban aquellos dispuestos a arriesgarse. Eran personas que acordaban estar en la reunión por propia voluntad. Ellos estaban a punto de sumarse al inframundo, eso era todo lo que necesitaban saber para acceder.
               Yo estaba ahí, vestida como era adecuado. Generalmente, para juntas como esta nos hacían usar un atuendo a lección pero íntegramente negro. Ese día llevaba un vestido corto ceñido al cuerpo, de lycra por delante y encaje negro por detrás hasta la altura de la cintura, luego lycra de nuevo hasta debajo de las nalgas. Tenía botas bucaneras negras de terciopelo con tacones altos, que me estilizaban y como todo el resto de la ropa, contrastaban con mi piel blanca.
               Me sentía observada en todas direcciones, pero era normal. Era la única mujer presente entre un consejo entero de hombres. Veintidós miembros de la Orden habíamos sido capacitados para ejercer el rol de selectores. No podíamos equivocarnos, y jamás lo habíamos hecho.
               El salón era cálido a la vista. Construido de forma circular, con arquitectura romana, y decorado con colores rojos, naranjas y dorados, que brindaban al ambiente un efecto de calor que no era tangible realmente en el aire. Todos ahí dentro se sentían muy a gusto, siempre, sin importar el motivo de la congregación. Cada vez que un tema debía discutirse se acudía al salón mayor, cada vez que debían emplearse nuevas fuerzas, se acudía al mismo lugar.
               — Podrías cambiar la cara— sugirió Blas.
               — ¡Oh, perdón! Pensé que formaba parte del protocolo.
               — No te hagas la graciosa conmigo, soy tu superior.
Lo miré y sonreí, pero no por que me causara gracia lo que estaba diciendo o porque me pareciera un tipo simpático; sino porque a veces hacía comentarios alusivos a su cargo, que lo hacían más patético de lo que ya era, e incapaz de conseguir a una mujer que soportara sus ladridos.
               — ¡Quiero a esa, la que esta ahí!— Le dije al recolector que se encargaba de apartar a los elegidos. Él separo a una chica rubia, de no más de diecinueve años, con ojos color cian y cuerpo pulposo.
Yo estaba segura que había visto en ella un halo de seguridad furtiva que la haría una buena estratega. La destreza física vendría luego, con los entrenamientos.
               — Buena elección.
               — Lo sé Blas. No entiendo como tu ojo de ave de rapiña no la registró
               — Te estaba dejando la más débil, para que repuntes de a poco.
               — Que caballero —  le dije con sarcasmo. Odiaba a ese tipo. Por suerte solo lo veía tres veces al año. Solo dejaba ver su culo engreído y seguramente peludo cuando la Orden lo citaba.
               — Por supuesto, como corresponde — dijo sin apartar la vista del frente — Tráeme aquel.
               Señaló a un joven que estaba apoyado contra una pared, con aire aburrido y cara de pocos amigos.
               — ¡Hey! Oye este tipo es una decadencia, no tiene nada especial.
               — No te metas Savannah. — Me dijo — No influyo en tus dediciones, y tu en las mías tampoco.
               — Ese tipo tendrá que convivir conmigo — me quejé
               — No sobrepases los límites, yo no soy Bernabé.
Tenía razón, no era Bernabé, era mucho menos compasivo. Bernabé era el último superior, dueño y titiritero de la cede. Era como un padre para todos, instructor y humilde como pocos con su poder; yo lo admiraba muchísimo, y era al único al que estaba dispuesta a respetar, aun sabiendo que estaba cometiendo errores existenciales.
               Así también, él confiaba en mi. Hacía mucho, cuando yo me estaba iniciando, Bernabé había sido mi selector y tutor y me conocía como pocos.

— ¿Qué haremos este año con los que quedan fuera de selección?— Preguntó Dan, un compañero de cede a Blas.
               — Los mandaremos a casa — sin inmutarse contestó y prosiguió con la selección.
               — ¿Es en serio? ¿Mandarlos a casa? Levantaríamos sospechas.
               — Terminarían en el manicomio Dan.
               — Terminaríamos en una hoguera Blas, esa es la respuesta correcta.
               — Lamentablemente el que da las órdenes soy yo, y así lo he decidido.
               — Podríamos enviarlos a otras cedes.
               —Dan, Dan, Dan — dijo Blas estaba empezando a perder la paciencia. Cuando eso sucedía se desconcentraba y perdía el enfoque en el frente, para mirar a la cara al responsable de tan bajo acto amor por su propia vida — Si tan inteligente eres, creo que podrías responderme ¿Cómo se supone que nuestra basura podría servirle a los demás?
               — Quizá ellos vean algo nuevo, algo que nosotros no pudimos encontrar
               — Entonces, déjame decirte, que estarías haciendo mal tu trabajo.
El tono de Blas se había vuelto amenazador y a apremiante. Si esa conversación avanzaba iba a terminar convirtiéndose en una cacería, así que me vi en la obligación de intervenir.
               — Dan ¡Dan mírame! ¡Basta!
               — Haz lo que te dicen Dan. — sugirió Blas poniendo nuevamente la vista en los humanos
               — Yo siempre hago bien mi trabajo Blas Jedan.
               — Savannah, o  buscas la manera de sacarlo de mi camino o yo lo haré.
               — Si, señor — odiaba sentirme subordinada y tener que acatar órdenes, pero si no lo hacía, Blas se desharía de Dan sin darle chance alguna de defenderse. Los vampiros no subían de rango solo por mero placer de un superior, sino porque se habían ganado el ascenso en batallas libradas.
               — Vannie no hagas esto— Dan reclamaba con voz lastimera mientras lo empujaba hacia la puerta trasera del salón — Vamos, no me desautorices así.
               — Dan, no tienes autoridad alguna, en primer lugar, en segundo, lo hago por tu bien y lo sabes.
               — Quede como un idiota enfrente de todo el mundo.
               — Nadie se enteró, no te hagas problema.
               Una vez fuera, en los zaguanes nos frenamos y él me miró. Conocía esa mirada más que a mi misma. Ahí íbamos de nuevo.
               — Estás excepcionalmente linda hoy. Debería haber conservado mejor lo nuestro.
               — Ok, Dan. Todos los días estoy realmente linda a tus ojos; no empecemos con la melancolía de nuevo.
               — Creo merecer cada patada en el culo que me das cuando te halago.
               — Crees bien. Ahora hagas lo que hagas no vuelvas a la junta.
               — No lo haré, hoy tengo día libre. Tenemos. — Lo conocía y quería que me uniese a su plan para esa jornada fuese cual fueese.
               — Si, las elecciones hay terminado para nosotros. Disfruta el tiempo libre Dan, haré lo mismo por mi cuenta.

               Di media y vuelta y me marché. No intentaba darle mucha rosca a mi relación con él. No quería desenterrar sentimientos de ningún tipo hacia su persona. Si ahondaba en su aspecto físico caería de nuevo con facilidad en sus manos. Me costaba muy poco empezar a verlo de forma objetiva cuando me centraba en sus ojos azules y en su pelo oscuro como el azabache. Así que simplemente era para mí un compañero de trabajo y como a tal, le salvaría las papas cuando  me necesitase, sé que él haría lo mismo. Otra de las cosas que los novatos aprenderían seria el viejo lema de la Orden que rezaba “Protegeréis a tus colegas, tanto como a ti mismo”

Introducción

Miles de latidos eufóricos le tronaban en los oídos. No era como el típico golpeteo que la gente cree escuchar o conocer tan bien. Eran muchas bombas de extracción trabajando al mismo tiempo. Succiona, escupe; y así sucesivamente.

Quien no me conociera diría que llevaba días, quizá semanas sin dormir; pero la realidad, era que en ese preciso momento  estaba contemplando las diferentes formas de cómo llevar a cabo una masacre de una manera fina, limpia. No los soportaba, sin embargo en ese momento me debía a ellos.
Humanos. Cientos de ellos, probablemente miles, intentando darse un lugar en el submundo, queriendo ser los elegidos; pensado que la vida de esa manera era mucho mas fácil, más longeva. Lo cierto era que la primera lección que aprendían al ser seleccionados era “Nadie es Irremplazable”, por ende duradero. Nadie era tan inmortal como imaginaba que sería, y cada uno tenía una debilidad distinta que solo descubriría al enfrentarse a ella, quizá estando al borde de la extinción. Cada uno tenía que idear un técnica de auto-conservación que les salvara el cuero hasta el último minuto de existencia. Era por eso que estaban ahí, porque la Orden necesitaba nuevos reclutas; pero ellos no lo sabían, no lo suponían. Creían que estaban por ser seleccionados como privilegiados, para perdurar. En realidad estaban siendo testeados para poder definir quien de ellos era fuerte, y capaz de defender la seguridad de una de las sedes mas importares de limpieza del mundo. Ellos querían que limpiaran su mierda, y defendieran su culo. La mierda eran ellos mismos, humanos molestos y vampiros subversivos; su culo era el negocio multimillonario que se traían en mano, que nadie debía conocer, ni tampoco tratar de impedir que se llevase a cabo.
A partir de este día ellos le deberían su vida, les darían devoción. Como yo, como todos nosotros.